Ligeros de equipaje

La llegada de la pandemia está suponiendo para todos un duelo de nuestra vida anterior. Son muchos los proyectos, ilusiones o hábitos de vida que hemos ido dejado atrás. Vivimos situaciones abrumadoras que nos llevan a experimentar distintas emociones derivadas de los cambios que se están produciendo en nuestra vida personal, familiar, social y laboral.
Nuestra forma de comunicación está cambiando. La distancia social y el uso de la mascarilla limitan notablemente gran parte de la comunicación dificultando la detección de muestras como la empatía, el apoyo o la aceptación entre otras. Y es que la comunicación es una habilidad que va más allá de la palabra y que involucra al lenguaje no verbal.
es normal experimentar determinadas emociones
Por otro lado, los aforos limitados dan paso a la planificación en detrimento de la espontaneidad. Frases del tipo “si me da tiempo me uno a vosotros”, “llama a tu amiga y que se venga”, “le hacemos un hueco en la mesa”… se han dejado de escuchar. En esta línea, reuniones como cumpleaños, fiestas sorpresas, despedidas a compañeros que se jubilan… exigen que seamos comedidos y excluyen a personas con las que mantenemos vínculos estrechos.
A nivel laboral, la crisis del coronavirus está teniendo un gran impacto económico. No sólo las relaciones y la cohesión grupal están desapareciendo con la llegada del teletrabajo, más grave aún, muchas personas tienen que enfrentarse al desempleo, la merma de ingresos o la suspensión de proyectos profesionales.
hay que aceptar y adaptarse a la nueva realidad
Ante la incertidumbre de las medidas a tomar dejamos de hacer planes a corto, medio e incluso largo plazo: vacaciones, navidades, fiestas, escapadas de fin de semana, viajes… De alguna manera perdemos la ilusión que conlleva planificar actividades gratificantes para nosotros.
Y como telón de fondo,el miedo al contagio propio o de personas de nuestro entorno.
Todas estas circunstancias hacen que experimentar determinadas emociones sea normal, más aún, un cierto nivel de ansiedad favorece que no bajemos la guardia en cuanto a medidas de seguridad. Nos toca adaptarnos a los cambios, pero ello no implica que tengamos que sumirnos en la tristeza.
podemo aprender a valorar lo que realmente merece la pena
Tal vez estas circunstancias nos enseñen a vivir el día a día, a apoyarnos en las personas a quien verdaderamente importamos, a fomentar la solidaridad, a frenar el consumismo desmedido, a revisar nuestros valores, a centrarnos en el ser más que en el aparentar, a entender que pedir ayuda no es signo de debilidad, a replantear nuestro estilo de vida, a ser más críticos y activos para defender nuestros derechos, a valorar más la calidad que la cantidad, a luchar por lo que nos da tranquilidad, y en definitiva, a recorrer la vida ligeros de equipaje.